Fundación Mónica Licona

Fundación Mónica Licona

Lunes, 20 Marzo 2017 05:57

CAPÍTULO 3: ALTAS Y BAJAS

Después de la misa de despedida de mi niña hermosa Mónica, fuimos al Jardín de Paz a depositar sus cenizas.  Este fue otro momento que nos embargó de mucho dolor. Al llegar al Jardín de Paz,   recordé aquel momento, cuando Beto y yo muy entusiasmados compramos la cripta un par de años atrás, con la idea de que ésta iba a ser nuestra última morada.

Queríamos tener  esto listo para cuando nos tocara el llamado de Dios. En broma decíamos que Mónica y Lianna se casarían y ellas con su familia también tendrían su propia morada algún día.

Nunca nos imaginamos que la que ocuparía nuestra última morada iba a ser nuestra hija Mónica.  Muchos otros pensamientos y recuerdos de Mónica pasaron por mi mente por un lapso de tiempo, luego regresé a la realidad,  el lugar estaba lleno de personas acompañándonos,  seguían apoyándonos, consolándonos y dándonos fuerza para resistir este dolor hasta que colocamos la urna en el nicho. 

Nos quedamos un rato mas adornando, tocando y acariciando el nicho hasta que llegó el momento de regresar a casa.

Llegamos  a nuestra casa, extenuados, cansados, entristecidos, sin ganas de nada, con un vacío inmenso en nuestro corazón.  Gracias a Dios, mi familia y amigos nos acompañaron, entre ellos, nuestra querida Geña, la nana que cuidó a Mónica por muchos años,  también sentía un dolor muy profundo por la partida de su Chili,  el apodo que le puso a Mónica desde que comenzó a cuidarla desde que tenía 2 años (Chili de Chilindrina).

A Mónica le encantaban las colas de caballo y los cachitos, en las mañanas salía regia para la escuela y cuando regresaba los cachitos estaban todos disparejos y despeinados.  Mónica y Geña desarrollaron una  hermosa relación por muchos años.

Algo que nos ayudó en estos momentos de dolor fue que los temas de conversación eran relacionados a Mónica.  En la mesa de la sala teníamos un grupo de álbumes llenos de fotos. Cada foto tenía una historia o algo que recordábamos y lo compartíamos entre todos y así se nos fue pasando ese día.

En la noche era casi imposible conciliar el sueño,  dormíamos entre ratitos, la mayor parte del tiempo la pasamos en vela, pensando y llorando, hasta que volviera a amanecer y a comenzar el día de nuevo.

Al día siguiente nos levantamos, desayunamos algo, conversamos un rato.  Me senté sola en la sala y me hice varias preguntas a las cuales no les tenía una respuesta:
¿Qué voy a hacer con mi vida ahora sin mi hija?,
¿Cómo voy a superar este dolor?,
¿Cómo voy a llevar mi vida de ahora en adelante?,
¿Qué voy a hacer?
Sentía una pesadez en la cabeza, un vacío en mi alma, un dolor en el pecho, mi mente estaba en la nebulosa, todo se me olvidaba.

En ese momento de tribulación,  Dios se manifestó cuando sonó el teléfono, atendí la llamada, era una compañera de trabajo que llamó para saludarme, para saber cómo estaba y para  informarme que tenía toda la intención de ayudarme a superar esta situación y para esto nos recomendaba varias psicólogas. 

Esta llamada me impresionó, no la esperaba y claramente podemos entender en este momento, que el tiempo de Dios es perfecto. La llamada entró en el momento preciso, en medio de mi tribulación.

Mi compañera me comentó que solo tenía que hacer la llamada a la psicóloga y sacar una cita.  En realidad, no tenía interés de atenderme con un psicólogo.  Sin embargo, tomé la decisión de llamar a una de las psicólogas que me recomendó y recuerdo claramente lo que  hablamos.

Le comenté que me gustaría hacerle una serie de preguntas sobre lo que yo estaba sintiendo en ese momento y ella me indicó que con mucho gusto me respondería, que le hiciera todas las preguntas que quería. 

Pregunta #1.  Dra.: ¿es normal que todo se me olvide?
Pregunta #2.  ¿Qué otras cosas me pueden pasar después, que todavía no me han pasado? Pregunta #3.  ¿Qué hago para seguir adelante con mi vida? 
Pregunta #4. ¿Qué hago para llenar el vacío que tengo en mi alma?
Pregunta #5. ¿Qué hago con este dolor que aprieta mi pecho y no me deja respirar?

La doctora, escuchó atentamente todo lo que yo le pregunta, recuerdo que conversamos 25 minutos por celular, les puedo asegurar que lo que me recomendó la doctora, me ayudo muchísimo. 

Me dijo, Elsie, no te preocupes por lo que va a pasar mañana.  Concéntrate en vivir un día a la vez y haz todo lo que te nazca hacer.  Si quieres llorar o  gritar, date el permiso de hacerlo.
Esto es necesario para que liberes ese dolor que tienes dentro de tu ser.  Las lágrimas también limpian el alma, te dan paz y tranquilidad.

Algunas veces vas a sentir que estás montada en una montaña rusa, en un momento estás arriba con buen ánimo y al rato estás abajo con la tristeza y el dolor de nuevo, esto también es muy normal, poco a poco vas a ir superando esta situación a medida que va pasando el tiempo.

Después de la conversación con la Doctora, analicé cada recomendación que me presentó.  Todo lo que me dijo lo grabé en mi mente, no tome ningún apunte.  Compartí estas recomendaciones con Beto y con Lianna para apoyarlos porque también  estaban pasando por la misma situación.

Siguiendo la recomendación de la doctora, la puse en práctica. Dejé que todo en mi vida fluyera, me daba el permiso de llorar todas las veces que sentía ganas, donde quiera que estuviera y con quien estuviera.  Nunca sentí pena  o incomodidad de  llorar en público. También me daba el permiso de sentir cuando la montaña rusa de mis emociones  se alteraba de un momento a otro.

Leí varios de los libros que nos regalaron nuestros amigos. Me ayudaron mucho a entender la desprogramación que sufre el ser humano ante una adversidad repentina como la pérdida de un hijo.  Siendo este uno de los dolores más grandes que un ser humano puede pasar. 

Aunque en algunos momentos al leer libros del duelo, no nos sentíamos identificados con las etapas del duelo que presentaban.  De esta forma nos percatamos que cada persona vive el duelo de una forma diferente, aun entre nosotros en la familia Beto, Lianna y yo.

Por esta razón, decidí escribir la experiencia del duelo desde mi propia perspectiva, basada en el apoyo espiritual, con la ayuda de Dios que es nuestro creador que todo lo puede y para Él no hay imposibles.  Recuerdo una frase que un amigo me comentó: “Dios le da las peores batallas a sus mejores soldados”, esas palabras han sido claves en mi vida después de la partida de mi hija, me dan fuerza y me dan luz para seguir adelante.

Todas las tardes, desde temprano estábamos listos para la misa de novenario de Mónica a las 6:00 p.m., en la Iglesia de Guadalupe.  Para mí, asistir a la misa de mi hija era vital, encontraba paz y tranquilidad.  Cada vez que tenía la oportunidad de entrar al Santísimo y pedirle a Dios que me acompañara en este momento de dolor, era muy gratificante.  Cuando salía del Santísimo me sentía más liviana, más tranquila y con mucha paz.  En estos momentos, sabía que Dios estaba conmigo y me ayudaba a sanar este dolor, inundándome con su paz y con su infinito amor.

Al final de varios días descubrí que cuando me sentía muy triste, la oración era mi mejor aliada,  le pedía a Dios y a Mónica que me llenaran de su fortaleza y la respuesta después de varios minutos llegaba como por arte de magia: la paz y la tranquilidad.  Es como cuando tienes un dolor de cabeza y te tomas la pastilla y al hacer el efecto, se te quita y no te das cuenta, de esta misma forma sentía que se me pasaba el dolor, con la oración.

Mi profundo agradecimiento a Dios porque siempre está conmigo y por el inmenso amor que me expresó a través de todas las hermosas personas: familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo que se acercaban con palabras de consuelo, con abrazos, con llamadas, chats, con su compañía en la casa y en las misas de novenario.

Gracias a todos ustedes por su interés en leer mi blog.  Les comparto mi testimonio de vida con la intención de ayudar a personas que estén pasando por una adversidad similar. 

La vida es una, es corta y todos tenemos una hermosa misión que cumplir. Identifiquemos nuestra misión y disfrutemos de la vida compartiendo con todas las personas que amamos y dejemos un hermoso legado para que siempre seamos recordados.

Que Dios los bendiga y los inunde con su amor y su paz. Hasta el próximo 20 de abril, ¡No se lo pierdan!

Domingo, 19 Febrero 2017 23:54

CAPÍTULO 2: ENFRENTAR LA REALIDAD

Hoy 20 de febrero se cumplen 17 meses de la partida de Mónica.
 
Hace 17 meses aterrizamos en la terminal de Tocumen, Ciudad de Panamá, después de 5 horas de viaje que se habían multiplicado por muchas más,  cada minuto que pasaba se hacía eterno durante el viaje. 
 
Cuando escuche la voz del capitán que indicaba que estábamos por llegar a la Ciudad de Panamá me sentía muy nerviosa, no sabía qué era lo que me esperaba cuando bajara del avión. 
 
Enseguida aterriza el avión encendí mi celular, entraron cientos de mensajes de condolencias.  “No sentí deseos de leerlos”.  Esperamos que el avión aparcara, apagara sus motores y nos permitieran salir. 
 
Cuando llegamos a migración, fuimos muy bien atendidos, nos dieron paso expedito, gracias a nuestro primo Javier Licona, que nos estaba esperando y agilizó el proceso de salida de migración.  Al rato, fueron llegando los panameños que venían con nosotros en el vuelo desde  Chicago, nos acompañaron y apoyaron hasta que salieron las maletas.  Retiramos las maletas y nos dispusimos a salir del área, afuera nos esperaban familiares y amigos, entre ellos mi hija Lianna.  Este encuentro fue muy emotivo, muy fuerte para todos.
 
Antes que nada, lo primero que Beto y yo queríamos hacer era ir a la morgue a ver a nuestra Mónica.
 
El camino desde el aeropuerto hacia la morgue del Hospital Nacional se hizo eterno y muy triste, son esos momentos en los que sabes que tienes que llegar, pero que no quieres llegar, pero tienes que llegar.
 
Finalmente llegamos al Hospital Nacional, tuvimos que esperar un rato para que nos dieran el permiso y entrar a ver el cuerpo sin vida de nuestra hija.  La ansiedad y los nervios nos abrumaban, hasta que nos avisaron que podíamos entrar.
 
Solo nos permitieron entrar a Beto y a mí.  Había llegado el momento de enfrentarnos con nuestra dura realidad, el momento en que abrirían la gaveta en la que estaba el cuerpo de nuestra Mónica.
 
Recuerdo que estaba calmada,  había pedido al señor que me fortaleciera. 
 
Abrieron la gaveta y vimos a Mónica, enseguida  Beto se aferró a su cuerpo abrazándola y besándola, sollozando.  Yo solo lo veía, me sentí  tan impotente,  no podía consolarlo.
 
Solo escuchaba “¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué?.....  “
 
Entre los dos  la abrazamos, la besamos, le decíamos lo mucho que la amamos, las lagrimas se desbordaban de nuestros ojos sin parar y sentía que mi pecho se me apretaba y apenas podía respirar.
 
Con nosotros dentro de la morgue estaba una señora, que para mí, fue un ángel en ese momento tan difícil. 
 
La señora  me mira fijamente y me dice, “Señora Licona, ¿cuántos años tenía su hija?”
 
Le contesté: mi niña tenía 22 años recién cumplidos el 11 de agosto.
Ella me contesta:  “Señora dele gracias a Dios que le dio la oportunidad  de disfrutar a su hija por 22 años, usted tiene una historia de su hija, tiene vivencias lindas con su hija, recuerdos hermosos de su hija, cuántas personas solo tienen a sus hijos un día, una semana, un año, esas personas tuvieron a sus hijos por muy poco tiempo y hoy día no tienen nada para recordarlos”. 
 
En ese momento en el que estaba sumergida en un profundo dolor, las palabras de aquella señora me llegaron al corazón y recuerdo que sentí una sonrisa que se dibujaba en mi rostro. 
 
Inmediatamente, recordé todo lo que había vivido con mi Mónica desde que nació. Y pensé en el comentario de la señora, en ese momento fue muy oportuno, tenía toda la razón.
 
Mónica a su corta edad nos dio muchas glorias que siempre tendremos presentes en nuestros corazones. 
Las palabras de esta señora se han quedado grabadas en mi mente y en mi corazón.  La lección que me enseñó con estas palabras fue muy valiosa y reconocí que dentro del profundo dolor y sufrimiento, había  algo positivo, una luz que me daba fuerzas para seguir adelante con nuestras vidas.
 
Estuvimos un rato acompañando a nuestra hija y luego salimos de ese lugar.  Afuera de la morgue, nos esperaban familiares y amigos, con su apoyo y solidaridad ante este dolor tan intenso que sentíamos.
 
Llegamos a nuestra casa y casi no pudimos entrar.  Nuestra casa y nuestra calle estaba abarrotada de personas y carros que llegaron a darnos el pésame.  Dentro de nuestro dolor, sentíamos el amor de toda la familia, vecinos y amigos y esto nos hizo sentir mucho mejor.
 
Gracias a todos los que nos visitaron ese día y los días posteriores.  Creemos que en dos días llegaron más de mil personas a nuestra casa.  La fortaleza de Dios se expresaba en cada persona que llegaba con un abrazo, un beso, un libro, compartían nuestro dolor, nos acompañaban durante el día y la noche. 
 
No tienen idea la fortaleza que sentimos con todas las muestras de amor  y solidaridad hacia nuestra familia.
 
En la noche llegó Chicho (el esposo de Mónica) a nuestra casa.  Recuerdo que Chicho me dijo que él y Mónica estaban agarrados a una cuerda cada uno y que sentía que su cuerda fue la que se rompió. 
 
Esa noche, no dormimos.   Beto, Lianna y yo nos acostamos juntos, abrazados y abrumados con el dolor,  tratando de encontrar alguna tranquilidad.
Llegó el momento de la ceremonia para la cremación.  Llegamos temprano y volvimos a compartir unos momentos con Mi hija, Mónica estaba hermosa. Tenía el rostro lleno de paz y amor.  Familiares, amigos y compañeros de trabajo, nos acompañaron.
 
El Padre César, presidió la ceremonia, amigo muy querido de Mónica, quien había presidido su ceremonia de matrimonio un año antes. 
Unos minutos antes de la ceremonia,  el padre César, se acerca  y me dice, “Señora Licona,  ¿usted sabe que ahora tienen a alguien  que intercederá por ustedes ante Dios?”
 
En todo este tiempo estuve buscando algo positivo que me ayudara a levantarme de este profundo dolor y cuando escuché esta frase, miré al padre César y le sonreí en señal de agradecimiento.
 
Me aferré a esa frase; era la que necesitaba en ese momento para  que me ayudara a aliviar el dolor que sentía. Y así, se fue manifestando la fortaleza y el amor de Dios, en mi vida.
 
El miércoles 23 de septiembre de 2015 fue su misa.  Desde muy temprano fuimos a buscar la urna con las cenizas de mi amada Mónica.  Este fue otro momento muy difícil.
 
Nos entregaron la urna y nos dirigimos hacia la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, donde se haría el sepelio.  El Padre César presidió la ceremonia.
 
Tan pronto llegamos a la iglesia ya habían familiares, amigos y compañeros de trabajo, que se acercaban a darnos el pésame.
 
En ese momento, recuerdo como si fuera hoy, que sentía una paz y un amor inmenso.  Me sentía flotando en una nube llena de amor.  Todas las personas que llegaban a la iglesia, que de un momento a otro quedó abarrotada, me llenaban de amor y la presencia y la fortaleza de Dios la sentí en todo momento. 
 
Recuerdo que los familiares y amigos se acercaban a darme el pésame muy triste y yo les daba ánimo.  De alguna forma yo sentía en mi corazón que Mónica estaba en un lugar hermoso y que estaba bien.
 
Nuestro eterno agradecimiento a todas las personas, amigos, familiares, vecinos y compañeros de trabajo por su apoyo solidario y  por acompañarnos en este momento de profundo dolor en nuestra familia.
 
¡Que Dios los bendiga a todos y los inunde con su paz y su amor!  Hasta el 20 de marzo.
 
Miércoles, 25 Enero 2017 08:18

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Somos una fundación que busca cambiar la cultura vial de Panamá para evitar accidentes fatales, accidentes que no solo marcan de por vida a una familia sino que dejan con temor a muchas otras.  Buscamos sensibilizar y educar a los conductores, ciclistas y transeúntes a compartir la vía, a ser tolerantes y a ser mejores ciudadanos.
#SOYUNAVIDA   #ENCUENTROPORLAVIDA   #MANTENLADISTANCIA   #MANTENLOSEGURO